En Equimundo, recientemente tuvimos la oportunidad de organizar una discusión con Hardy Merriman, experto en respuestas no violentas al autoritarismo. Le preguntamos a Hardy qué funciona para contrarrestar y mantener la cohesión de una democracia en un momento en que está siendo atacada. Entre sus puntos, mencionó (1) la comprensión de cómo las personas pueden actuar individual y colectivamente para cambiar el poder, (2) las redes de confianza entre diferentes grupos y (3) una visión unificadora de un futuro democrático.
El punto sobre cómo podemos actuar individual y colectivamente me hizo reflexionar sobre los inicios de Equimundo como organización de la sociedad civil. Mi trabajo activista, y lo que me llevó a fundar Equimundo, comenzó involucrando a hombres jóvenes para romper los ciclos de violencia y ser aliados en el empoderamiento pleno de las mujeres. Ese trabajo comenzó en las favelas de Río de Janeiro a finales de la década de 1990 y se nutrió de colegas que trabajaron tanto con Paulo Freire como con el Teatro del Oprimido.
Ambos enfoques —la Pedagogía del Oprimido de Freire y el Teatro del Oprimido de Augusto Boal— operan con la lógica de que involucrar a un grupo de personas con antecedentes similares de opresión histórica a través de un proceso de concientización para que tomen conciencia de cómo funcionan el poder y la desigualdad es clave para impulsar la acción política colectiva. Es también la estrategia operativa, explícita o implícita, detrás de algunas de las iniciativas de defensa más poderosas del planeta. Me refiero a la concientización feminista y a la defensa que de ella surge.
En mi trabajo con hombres jóvenes en las favelas de Río de Janeiro, y en muchos entornos desde entonces, Equimundo invita a hombres, junto con mujeres, a reflexionar sobre cómo funciona el poder, cómo lo aprendemos e internalizamos, nuestro interés en repetirlo y el daño que sufrimos a causa de él. Y, por último, y lo más importante, Lo que podemos hacer al respecto colectiva e individualmente.
Esta es una simplificación excesiva de cómo funcionan los enfoques complejos de concientización, pero ése es el núcleo del asunto: cómo crear y apoyar ciudadanos informados que se vuelvan cada vez más conscientes de cómo funcionan el poder y la opresión y, equipados con esa conciencia, cómo tomar acción.
Estos procesos pueden ser y han sido la base de la organización política, de los colectivos de mujeres, del activismo comunitario urbano de bajos ingresos a nivel mundial y de los movimientos por la paz. En el caso de nuestro trabajo con hombres jóvenes, esto incluyó involucrar a los jóvenes en el diálogo con los servicios locales de salud pública, ayudando al personal, bien intencionado pero con exceso de trabajo, a comprender cómo podían escuchar mejor a los jóvenes y hacer que sus espacios fueran más acogedores para ellos en lugar de percibirlos como amenazas. Al igual que en Estados Unidos, Brasil con demasiada frecuencia considera a los jóvenes afroamericanos de bajos ingresos como peligrosos, y con demasiada frecuencia también asume que son pandilleros.

Una de nuestras acciones más visibles de organización comunitaria fue protestar contra la violencia policial contra los jóvenes de la favela. Fuimos juntos para intentar dialogar con la delegación policial local. Los jóvenes, conscientes de cómo los veía la policía, también propusieron tomar fotos de hombres cuidando niños en la comunidad. La idea era mostrar a la policía que sus opiniones simplistas y racistas sobre los hombres de la comunidad eran inherentemente violentas y erróneas. Apoyamos a los jóvenes para que tomaran docenas de fotos de hombres cuidando a otros y a niños. Hicimos copias tamaño póster de esas fotos y las colgamos en la entrada de la favela por donde pasaba la policía, con demasiada frecuencia como para causar daño.
¿Funcionó? Causó revuelo. Las imágenes de hombres cuidando niños no eran lo que la policía y otros funcionarios públicos estaban acostumbrados a ver al llegar a las favelas. La violencia policial excesiva no se detuvo con esa única acción política. Pero sí tuvo un efecto dominó. Se estableció una mayor comunicación con la policía local. Las familias se sintieron más empoderadas para protestar. Muchos de los jóvenes involucrados apoyaron a otras ONG o participaron en otras formas de organización comunitaria para exigir derechos. Ese trabajo generó un mayor número de ciudadanos con una visión crítica que trasladaron esa experiencia a muchos otros movimientos de justicia social.
Esa experiencia también inspiró la creación de nuestra campaña global MenCare, una estrategia para visibilizar la forma en que los hombres ya se preocupan, incluso cuando a menudo pasamos por alto su importancia. Ese sencillo proyecto fotográfico nos llevó a recopilar historias de padres de todo el mundo, incluso en entornos que enfrentan el racismo histórico y las consecuencias de la guerra.
La concienciación local y lo que se requiere para extenderse a nivel nacional en un momento de retroceso democrático es una diferencia enorme. Pero hay una lección crucial sobre lo que funciona: ciudadanos informados, conscientes de cómo funciona el poder, dispuestos a unirse para actuar y a contar historias que contradigan las narrativas dañinas y falsas que utilizan los autoritarios para justificar su represión.
¿Qué funcionará para mantener nuestra democracia? ¿Qué funcionará para garantizar y lograr los derechos y la justicia para las mujeres y las niñas, para los inmigrantes y para todos nosotros en nuestra diversidad sexual y de género? A corto plazo, llamando a nuestros miembros del CongresoMarchar, publicar y republicar, hacer ruido siempre que podemos, denunciar las injusticias que vemos en lugar de quedarnos como espectadores pasivos. Y esto es clave: formar parte del largo camino para crear una población informada y crítica que pueda ver la opresión en todas sus formas.
Los organizadores comunitarios de las favelas de Río lo saben. Los activistas por la paz de todo el mundo lo saben. Y las mujeres líderes que sentaron las bases del activismo feminista lo sabían. Nos vendría bien aprender de ellas.